Cuando dos despiertan con la
misma ilusión, extrañamente el tiempo parece detenerse, no es un juego el de
creer el uno en el otro, de hacerse cómplice de cosas tan simples, como una
mirada, de buscar el aparecer de esa persona que nos mueve el piso, que nos
tienta y nos arrebata, aunque en ocasiones solo exista un “Hola”. Ya puedo
imaginarme el universo que se mueve detrás de esa simple palabra, la conjugación de deseos
que obligan a cada movimiento y a despertar. La revolución de palabras
detenidas.
El desconcierto y el futuro en el
aire, que a veces nos aterriza de improviso con esa realidad que deseamos nos sonría,
cuando el destino confabula a favor nuestro, aunque salgamos corriendo nos
alcanza, nos coloca en un lugar especial que solamente nosotros sabemos y que
si nos afirmamos con fuerza, nos dedica todo el tiempo que no tenemos idea que
existe, así de ser un humano que pisa el
asfalto, nos convertimos en la misma persona que somos, pero con la debida
diferencia de que aprendemos a conocernos a nosotros mismo, para que nuestra
ilusión paralela, nos descubra en algún momento.